Proyecto

  • PROYECTO DE LEY 1930-D-2011

    En comisión.

    Sustitución del nombre de la calle Oliverio Russell por el de Monseñor Vicente Faustino Zazpe.



    PROYECTO DE LEY

    Art. 1-: Sustitúyase el nombre de la calle Oliverio Russell por el de Monseñor Vicente Faustino Zazpe.

    Art.2-: Publíquese y cúmplase con lo dispuesto en los Art. 89 inc. 3 y Art. 90 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

    Art. 3-: Comuníquese, etc.

    FUNDAMENTOS

    Sr. Presidente:

    El 15 de febrero de 1920 nació en la ciudad de Buenos Aires Vicente Faustino Zazpe, hijo único de Miguel Zazpe y Rosario Zarategui.

    Afincado desde sus primeros años en el barrio de Palermo, fue parte de la creciente y activa Juventud de Acción Católica y tuvo una destacada actuación como dirigente de la parroquia de San Francisco Javier en el barrio de Palermo (J. L. Borges 1855). Realizó sus estudios en el Colegio Nacional de Buenos Aires y posteriormente ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, donde estudió hasta el tercer año.

    En aquella militancia juvenil alumbró su vocación sacerdotal y el 2 de marzo de 1942 ingresó en el Seminario Arquidiocesano de Villa Devoto para cursar sus estudios eclesiásticos.

    Fue ordenado sacerdote el 28 de noviembre de 1948, dijo su primera misa en su parroquia palermitana de San Francisco Javier y fue destinado como vicario cooperador a la basílica de Santa Rosa de Lima, en Belgrano y Pasco, donde fue su ejemplo, guía y maestro pastoral el presbítero Rodolfo Carboni, titular de esa parroquia, cuna de muchos otros presbíteros porteños que como Zazpe alcanzaron el episcopado.

    Consecuente con sus inicios en la Juventud de Acción Católica, ya sacerdote, Zazpe mantenía un trato fluido y constante con los jóvenes, dictando charlas y coordinando retiros espirituales mientras comenzaba a sobresalir como gran confesor y director espiritual de la juventud.

    Fue Asesor Arquidiocesano de la JAC y desde su creación asesor nacional del Consejo Superior de los Estudiantes Secundarios (JEC) y viceasesor de la Acción Católica de la Facultad de Medicina donde había estudiado.

    En aquellos años creó y puso en marcha una campaña de predicación callejera en la que promovió la participación de muchachos y chicas que se desarrolló en lugares y paseos porteños como Plaza Italia, Parque Patricios y Parque Rivadavia.

    En 1959 fue nombrado párroco de Nuestra Señora de Lourdes, en Belgrano, y al año siguiente de Nuestra Señora de Luján, Santuario Porteño, en Flores.

    Creada la diócesis de Rafaela, en la provincia de Santa Fe, el Papa Juan XXIII designó a Zazpe como primer obispo. En poco más de una década Zazpe dejó marcada una honda huella en la Iglesia de Buenos Aires. Una huella, una prédica, un estilo de compromiso evangélico que con los años y ya como miembro de la Conferencia Episcopal Argentina se extendería al país y a la Iglesia latinoamericana.

    El 3 de setiembre de 1961 en la basílica de Santa Rosa de Lima recibe la ordenación episcopal y el 12 de octubre de 1961 toma posesión de la nueva diócesis.

    Zazpe fue un obispo del Concilio. Participó de todas las sesiones de ese gran acontecimiento que intuyó Juan XXIII y condujo y aplicó Pablo VI.

    Antes de que concluyera esa década de los 60, también crucial para la Iglesia Católica, Zazpe fue designado arzobispo coadjutor de Santa Fe y el 14 de agosto de 1969 al fallecer el cardenal Nicolás Fasolino, lo sucedió automáticamente. Sería el arzobispo de Santa Fe de la Veracruz, hasta su muerte el 24 de enero de 1984.

    Desde entonces, abarcando con visión totalizadora la realidad santafesina llevó adelante la renovación eclesial debida la Concilio y especialmente, casi adelantándose en algunos aspectos, animó y contribuyó decisivamente a la nueva evangelización. Promovió la creación de nuevos organismos pastorales, con mayor participación del laicado, de nuevos movimientos apostólicos y se dio de lleno a lo que luego quedarían fijados como prioridades pastorales para toda la Iglesia en América latina. Verdadero padre de los pobres fue en su búsqueda sin demagogia ni ideologización, concibiéndolos como los primeros destinatarios del mensaje de Jesús.

    Expresión inequívoca de su estilo pastoral, inicia el ciclo “Habla el arzobispo”, charlas dominicales que comenzaron por la radio y la televisión locales, luego replicadas por los medios gráficos y radiofónicos de todo el país. Desde su perspectiva religiosa, evangélica, con palabra valiente y lenguaje claro, directo sin eufemismos buscó iluminar la situación del país. Habló cuando muchos callaban en tiempos oscuros y difíciles de violencia y sinrazón.

    Esa prédica incansable no rehuyó los candentes problemas del país y del mundo. Sus homilías, su magisterio episcopal afrontaron valientemente la realidad desde las exigencias del Evangelio. Sus nobles y audaces intervenciones a favor de los desposeídos, oprimidos y afectados en sus derechos humanos, le valieron incomprensiones que llegaron a veces a la amenaza y en alguna ocasión – en Riobamba, Ecuador -- a su detención y acusación pública. Si bien ello redundó en un aprecio mayor por parte de su pueblo y de diversos sectores de la comunidad nacional no le fueron ahorradas las persecuciones, la sospecha y también la cárcel y lo que resultó aun más doloroso la incomprensión de algunos de sus hermanos obispos, como lo reconoció públicamente en sus exequias el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cardenal Raúl F. Primatesta.

    Desde que alcanzó la plenitud sacerdotal, su figura fue insoslayable en la Conferencia Episcopal Argentina de la que fue vicepresidente en varios períodos por el voto de sus pares, y a la que representó en dos Sínodos de Obispos en Roma y en las Asambleas Generales de los episcopados de América latina en Medellín (1968) y en Puebla, México,(1979). Integró también numerosas comisiones del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), entre otros los departamentos de Pastoral cuya presidencia ejerció en 1969 y el de Religiosos en 1978.

    También la Santa Sede le confió misiones delicadas y de suma importancia: la predicación de ejercicios espirituales a los obispos y el clero de Cuba y en 1973 el Papa Pablo VI lo designa su enviado personal a La Rioja, una diócesis en conflicto. La gestión pastoral del obispo Enrique Angelelli era cuestionada por algunos sectores. Zazpe fue, vio, habló y en nombre de Pablo VI confortó a Angelelli, “porque el Papa deposita su confianza en él”. “El obispo no quiere ni puede servir al pueblo desde una ideología, sino que lo hace a partir del Evangelio” fueron las palabras de Zazpe al concluir su tarea en La Rioja.

    Menos de tres años después, en agosto de 1976 Zazpe pronuncia la homilía en la despedida de los restos mortales de monseñor Angelelli, muerto en un presunto accidente automovilístico que aun hoy investiga la justicia para determinar si no fue provocado por el terrorismo de Estado.

    Memorable es también su participación en la vida de la Iglesia en la Argentina: las asambleas federales de la Acción Católica en Tucumán (1977) y en Rosario (1980); el Congreso Mariano en Mendoza (1980).

    Trabajando con prudencia y grandeza de ánimo, trató de impregnar de Evangelio las mentalidades, criterios y valores para la conversión de los corazones, la transformación de los ambientes, especialmente el dialogo y el encuentro urgente y vital entre la fe y la cultura.

    El se aferró al Evangelio, a las Bienaventuranzas. Y cuando muchos miedosos que buscaban contemporizar callaban, él habló. Y cuando esos mismos, pasado el peligro se animaron a hablar, él calló. Nunca habló desde la política, nunca desde la coyuntura social sino desde el Evangelio iluminando la situación social, iluminando la injusticia.

    Ahí quedan sus permanentes visitas a las cárceles, sus pedidos por los desaparecidos y sus sugerencias, su trabajo, su pluma volcada en el seno de la Conferencia Episcopal y en muchos de sus documentos, particularmente en aquel que en 1981 (Iglesia y Comunidad Nacional) contribuyó a la recuperación de la democracia.

    Decía Zazpe el 18 de mayo de 1980: “La Iglesia en la Argentina debe ser la voz de los que no tienen voz, a pesar de las inevitables incomprensiones y de las amenazas que puedan seguir”. Habló de la Argentina secreta, alentó a la participación política como muestra eminente de la búsqueda del bien común, y por eso en tiempos de oprobio su conducta supo ganar la confianza de no pocos dirigentes que apreciaban su orientación y su discreta, paciente, tenaz lucha por la paz.

    Con motivo del comienzo de las operaciones de la Guerra de Malvinas, Zazpe dijo: “Debemos comprobar con tristeza y decepción una Europa con signos evidentes de desubicación histórica y carente de una comprensión básica hacia la América latina a la que todavía considera como realidad primitiva y poco menos tribal”.

    El último año de vida de Monseñor Zazpe 1983, fue “un calvario”, en palabras de Elvio Mautino, confidente de Zazpe, según surge del libro "Obispos protagonistas en la Iglesia del Siglo XX", de Pedro Siwak. Estaba dolido por el aislamiento en el que quedó dentro de la Conferencia Episcopal Argentina.

    Como lo señaló el cardenal Jorge Bergoglio al honrar su memoria en el 25 aniversario de su muerte, Zazpe conoció la desconfianza de tantos cristianos e incluso colegas; Zazpe sufrió la difamación y la calumnia. Y él hizo como Jesús: callaba. Nunca se defendió. Y su figura señera en ese momento, referencial, no porque fuera de tal o cual política o de tal o cual teología sino porque era del Evangelio, esa figura referencial se fue apagando como se apaga la voz de los profetas: cuando Dios quiere”.

    Por todo lo anteriormente expuesto, es que solicito la aprobación del presente Proyecto de Ley.

Alejandro García